miércoles, 19 de enero de 2011

CREAR FAMA Y ENGAÑAR


ANTICRISTO
(Antichrist)
2009. Dir. Lars von Trier.


Una pareja copula (Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg).
Su hijo pequeño baja de la cuna, se dirige a la ventana y cae para morir por el impacto en el preciso momento que la mujer alcanza el orgasmo. Es el prólogo. Luego vendrán cuatro capítulos: desconsuelo, dolor, desesperación (y otro llamado Los tres mendigos que es el título conjunto de las tres emociones mencionadas) donde el hombre, psicólogo, atiende el trauma de su esposa, la lleva a una cabaña en el bosque para que ella sufra un cambio radical debido, precisamente, a la ambigüedad de sus sentimientos y la culpa. Termina con un epílogo.

La película pretende mostrar el proceso de recuperación de una mujer abatida por el dolor para que lo transforme en culpa y enojo. La relación cambia de tono. La cabaña a la que asiste esta pareja se llama Edén para ser una obvia referencia a Adán y Eva, aunque ahora se encuentren en el paraíso perdido. Hay conversaciones para ir explicando lo que se está sintiendo. El hombre tiene visiones extremas: una venada que corre mientras da a luz; un zorro que se está automutilando y le dice una frase; un cuervo que grazna imprudentemente para ser aplastado. Finalmente la mujer agrede al hombre, éste responde destruyéndola para recuperar el paraíso, la humanidad que sigue adelante, sobrevive, triunfa sobre la muerte y hay que aplaudirlo como alter ego del egotismo del realizador.

Anticristo ha provocado polémicas mundialmente. Se le acepta o se le rechaza. Von Trier
ha expresado que fue su obra de sanación para salir de una fuerte depresión. Uno imagina que fue una decepción amorosa porque el discurso de la cinta presenta a la mujer en transmutación diabólica quien se automutila ya dentro de una posesión de la locura. El último capítulo tiene como subtítulo Ginocidio y hemos presenciado misoginia. El hombre viene a ser quien se redime. Ella paga por su pecado del placer y por su descuido que provocó la muerte del niño.

Uno recuerda las cintas de Ingmar Bergman donde se expresaba que si la vida era un infierno, era mejor pasarla en pareja. Sus personajes eran seres atormentados por la falta de fe, la incomunicación, el simple desamor y hasta el bloqueo creativo. Uno escuchaba sus interminables conversaciones y las hacía suyas. A través de la palabra, todo lo que sucedía era terrible y provocaba emociones en el espectador para provocar un anticine, casi un teatro filmado, aunque la película se iba desarrollando en la mente de quien estaba escuchando. Uno empieza a ver esta cinta que arranca de manera creativa y sorprendente (¡la música de Handel!) para luego caer en el tedio porque lo que se dice es obvio, frío, se finge la relación de pareja. Uno siente que el hombre está aprovechándose de la debilidad de su mujer. Aunque nunca lo expresa, parece que reprochara el descuido.

Uno recuerda las cintas del famoso movimiento Dogma 95, una tontería fabricada por un grupo de cineastas escandinavos, ya vacíos de novedades e ignorantes de lo que les antecedió, que despojaban al cine de su calidad de sueño para convertirlo, según su teoría, en cine primitivo, cuando no era así: el cine pionero y el cine silente posterior usaron tomas, ediciones, maquillaje. Si las películas funcionaban en ocasiones era porque el texto, el discurso, era bueno y superior a la forma. Von Trier logró una cinta excelente (Rompiendo las olas que tenía mayor humanidad) y una cinta engañosa que atrapó a los jóvenes encantados con una cantante pop (Bjork) que daba lugar a un antimusical (Bailando en la oscuridad) y melodrama mal desarrollado que daba lugar al ridículo, sobre todo por las pretensiones y la pedantería. Eso sucedió con sus insoportables cintas siguientes y se han coronado con Anticristo cuando ya no sigue las reglas de dicho movimiento y se queda en preciosismo fotográfico y en película distante que se va perdiendo en elementos que apantallan al espectador ingenuo (una fugaz penetración sexual, una píerna atravesada por una barra metálica, la mutilación de los labios externos de una vagina) y que la reduce a cine inepto de terror (quienes ven esta película no se exponen a las mutilaciones de, por ejemplo, Juego macabro y sus secuelas, porque no es “cine de arte”) o de sexo gráfico (quienes ven esta película critican los excesos de Nueve orgasmos o Intimidad, por ejemplo, que tienen mayor sentido).

Anticristo es cine de pose. Es la película que sirvió como terapia a su realizador y engañó a personas impresionadas por premios en festivales prestigiosos y por su supuesto simbolismo. Es el famoso lugar común del “cría fama y échate a dormir” (¡hay tantísimos ejemplos!) porque Von Trier fue mostrando (y demostrando y comprobando) que era ráfaga fugaz. Así como habrá muchos de ustedes que la amen, a mí me tocó odiarla. ¿Será que se cumple la frase de Pascal: "Se admira lo que no se entiende"? ¿Esperamos unos años para retomar el asunto y darnos cuenta que esta redondísima estupidez habrá quedado en el olvido?