Sobre todo cine, efemérides y mucho más: inquietudes que deseo compartir... luego, el infinito.
domingo, 30 de enero de 2011
LA MUERTE DEL CISNE
EL CISNE NEGRO
(Black Swan)
2011. Dir. Darren Aronofsky.
Nina (Melanie Portman, excelente en sus escenas como bailarina) es seleccionada por el coreógrafo Thomas Leroy (Vincent Cassel) para el rol principal en su puesta renovada de “El lago de los cisnes” donde deberá interpretar tanto al cisne blanco como al negro, a pesar de que siente que es una bailarina con excelente técnica pero mucha frialdad expresiva, sobre todo en el rol oscuro donde debe mostrar una sensualidad más allá de lo común. Nina es insegura y tiene tres mujeres a su alrededor a las cuales mira como amenaza: su madre (Barbara Hershey, cirujeada, reminiscente, no obstante, de aquellos tiempos de “Hannah y sus hermanas”), bailarina del montón en su momento; Beth (una disminuida aunque brillante y ya cuarentona Winona Ryder), la exestrella del ballet, a la cual Leroy ha retirado prematuramente; y Lily (Mila Kunis, extraordinaria), una recién llegada a la compañía cuya actitud hacia Nina es ambigua.
No puedo narrar mucho sobre el argumento porque sería quitarle lo poco de interesante y sorpresivo que posee, ya que en realidad estamos ante una cinta chiquita, producto de la reelaboración de diversas situaciones harto conocidas, que ha sido infladísima, con personaje predecible. Desde el inicio de la cinta nos enteramos de su esquizofrenia paranoide y de su represión sexual lésbica, además de los miedos cotidianos alimentados por una madre sobreprotectora quien desea ver cumplidas sus metas personales nunca alcanzadas. Nina domina la danza a la perfección pero carece de pasión. Es la ilustradora eficiente sin visión personal para encontrar matices. En el lapso de pocas semanas irá viviendo experiencias que le permitirán encontrar una clave adecuada para su arte, aunque la lleve a la destrucción.
La cinta trae a la memoria muchas referencias fílmicas entre las cuales sobresale la magistral “Repulsión” (Polanski, 1964) donde la realidad adquiría varios planos para el personaje principal y su horror interno era reflejado para angustia del espectador. Sin embargo, los jóvenes sabrán quién sea Polanski pero ni idea tendrán de la cinta mencionada y de ahí que cada generación vaya descubriendo el hilo negro con variaciones de lo que ya se ha filmado (y como siempre digo: ya todo ha sido contado, lo que importa es la manera en que se reconstruyen las mismas historias). El mismo realizador Aronofsky
inició su carrera con “Pi, el orden del caos” (1998) acerca de un matemático paranoico y “Réquiem por un sueño” (2000) con personajes adictos a las drogas que les movían su contacto con lo inmediato, por lo que no puede negarse que siga fiel a sí mismo, pero lo que uno lamenta es que todo sea ahora tan esquemático y tan distante, desequilibrado en tono que se configura hasta el final (¡Oh, era una película “psicológica”!). La trama pasa del mundo de la danza (que ofrece secuencias brillantes y algunas tomas bellísimas como la transformación del cisne blanco en negro, sin mencionar todo el prólogo) al cine de suspenso y horror, de manera inesperada e intermitente. Tal parece que era necesario alcanzar las convenciones del gusto del público para afianzarse en Hollywood y lo ha logrado (su siguiente cinta será nada menos que “Wolverine” ). Es otro caso semejante al Danny Boyle de la aburridísima e indefinida “¿Quién quiere ser millonario?” o los rumbos irregulares de Steven Soderbergh.
Una gran decepción que termina siendo material de entretenimiento sin trascendencia ni contundencia. Gustará a quienes decidan encontrar oscuros significados que no existen más allá de las explicaciones obvias y queda el gusto del preciosismo visual, unas excelentes actuaciones y un guiño a la industria para la aceptación como fabricante de sueños. Cuando uno revisa la lista de los directores nominados al Óscar del 2010 se encuentra con nombres que fueron combativos e interesantísimos desde sus inicios en los años noventa: David O. Russell, los Coen y el propio Aronofsky, ahora entrados de lleno a la producción convencional (no en balde, ya están dentro de la carrera de los premios prestigiosos). El sobrevalorado Fincher nunca negó sus sueños de fama. Lo único que se anhela es que no pierdan la esencia de su búsqueda expresiva en aras de las cintas que quieren complacer a todo tipo de público, hasta aquel que se intriga con esta cinta que resulta ser más ruido que cantidad de nueces.