Sobre todo cine, efemérides y mucho más: inquietudes que deseo compartir... luego, el infinito.
domingo, 16 de enero de 2011
LA CIENCIA SIN CONTROL
SPLICE: EXPERIMENTO MORTAL
(Splice)
2009. Dir. Vincenzo Natali
Una pareja de científicos, Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley), investiga la interacción de ADN con células de animales. Buscan un gene que produzca determinada proteína que servirá para curar enfermedades en el mundo zoológico. Así han creado cierto monstruo que les ha permitido ciertos avances. Elsa insiste en realizar la interacción animal con un óvulo femenino a pesar que la compañía que los patrocina no lo acepta por razones éticas y morales. Sigue adelante a pesar de todo y contra la negativa de Clive quien, finalmente, acepta continuar con el experimento. Ahora se ha creado otra especie distinta: un ser amorfo
que con el tiempo se transforma en niña y luego en adolescente
que tiene cola con punzón venenoso, carece de cabello, pupilas en forma de trébol y que, más adelante, crece alas.
Este monstruo ha estado oculto, aislado, hasta que llega un momento crucial.
Sabemos que todas las historias han sido contadas: las diferencia la forma en que se cuentan, el estilo de narración y las relecturas que se derivan de textos. Aquí estamos ante una Lady Macbeth cuyo sentido de ambición y las debilidades de su marido le permiten avanzar en sus búsquedas y lograr las metas que se ha trazado. Tenemos a una Lady Frankenstein que juega a ser diosa y crear vida, independientemente de lo que se encuentre. La película alcanza niveles de tragedia griega con Jano (ante la doble naturaleza de personas o, en este caso, monstruos) o Tiresias (cuando se tiene la alternativa del cambio de género), y un final abierto que permite la imaginación absoluta del espectador con una Fedra accidental.
Un guión inteligente que mezcla posibilidades narrativas y no se burla del espectador ni llega a incongruencias baratas. La trama tiene sentido y quiere hablar de los peligros de transgredir la ética científica con las revueltas morales que se producen. La cinta mantiene una atmósfera de suspenso ante la posibilidad de reacción del ser creado ya que podría equipararse a un cachorro de león o tigre que tiene un promedio relativo de vida amable antes que su instinto produzca sorpresas. El monstruo va transformándose de renacuajo con patas hasta ser humano con formas indefinidas que se van desarrollando para crear a la nueva especie.
Los personajes de los científicos son redondos y se explican a través de minucias: una foto donde está la Elsa niña con la madre ignota para que nos enteremos sutilmente de una mala relación; la mirada del monstruo mientras Clive y Elsa hacen el amor para convertirse en profecía de algo que sucederá más tarde; el rasgo común que Clive encuentra en cierta anatomía del monstruo que lo seducirá sexualmente para provocar una especie de incesto.
Del norteamericano realizador Natali
(quien estudió cine en Canadá, por lo que ha realizado su obra en dicho país) conocimos su primer largometraje tan inteligente y perturbador como el que ahora nos ofrece (que es su cuarto): “El cubo” (The Cube, 2009). Aparte fue responsable de un segmento de “París, te amo” (Paris, je t’aime, 2006) en donde un joven turista era testigo del ataque de una vampiro. Su cine explora el terreno del ser humano en posición extrema ante lo desconocido y se centra en el suspenso y la atmósfera incierta. Es la gran apuesta de esta cinta que fácilmente hubiera caído en el ridículo. Sin embargo, la presencia de Sarah Polley (espléndida en “El amanecer de los muertos” y en cintas de Coixet, Egoyan o Bigelow, por ejemplo) y de Adrien Brody (“El pianista” o “Viaje a Darjeeling”) ya era garantía de que habría algo distinto ( fue el caso de la sensacional “Depredadores” que Brody filmó después, donde sale musculoso como héroe de cine de acción), sobre todo por el nombre de Natali en la dirección.
Imposible para quienes nunca tomarán en serio al cine y de antemano, sin experiencia, etiquete a las películas con el deleznable epíteto de “churro”. Buena para el consumista frívolo de cine que solamente quiere que lo entretengan como príncipe de “Las mil y una noches”; excelente para el cinéfilo que busca películas narrativas con la inteligencia suficiente de recrear mitos y releer las glorias que ha encontrado por otros medios (el libro compañero de insomnio, la vieja película de Hollywood o la función de teatro) para su disfrute intelectual y darse cuenta que todo ha sido contado pero lo que importa es la forma que algunos seres privilegiados saben darle a la vida maravillosa que se respira, se siente, gracias a la pantalla de cine.