UPGRADE: MÁQUINA ASESINA
(Upgrade)2018. Dir. Leigh Whannell.
En un futuro pleno de tecnología, el mecánico Grey (Logan
Marshall-Green) sigue adherido a las viejas costumbres. Arregla y maneja autos
convencionales cuando ahora son robóticos, que ni siquiera requieren ser
conducidos, aparte de escuchar discos de vinilo y desconocer los dispositivos
en casa. Su esposa Asha (Melanie Vallejo) es una ejecutiva, al día, que trabaja
en una corporación que implementa todos estos avances. Cierto día, cuando
regresan de una fiesta, su auto es intervenido, los lleva hacia un barrio bajo
en los suburbios donde la pareja es atacada por un grupo de maleantes: la mujer
es asesinada y Grey resulta con lesiones que lo dejan parapléjico. Un eminente y joven científico, Eron Keen (Harrison Gilbertson), cliente del mecánico Grey, lo
visita en el hospital y le ofrece implantarle en su cuerpo un microprocesador
que servirá como sistema operativo y le permitirá volver a utilizar sus extremidades.
Como Grey está deprimido y no desea vivir, lo acepta con la intención de buscar
a los asesinos de su esposa. La operación tiene éxito, Grey permanece en su
estado inmóvil frente a la sociedad, pero en privado inicia su búsqueda: lo que
no ha esperado es que el sistema operativo se comunique a través de su cerebro
y lo convierta en una máquina hábil para la defensa personal y el enfrentamiento
con sus enemigos, a los cuales va encontrando.
La felicidad efímera
Stem, el implante
La lucha moral
En el ámbito
del realizador David Cronenberg, donde el cuerpo es el medio para dar paso a las
emociones, el autor completo Leigh Whannell nos ofrece otra incursión en la inquietud
acerca de la inteligencia artificial, la preponderancia de las máquinas y su
dominio sobre el ser humano. Stem, el nombre de su implante, comienza a seducirlo
ante la fuerza y el poder que le brinda a su recipiente para que inicie una lucha
entre los límites éticos y morales de Grey contra la frialdad implacable de una
máquina. Viene a ser una explicación colateral: ante un grupo de jóvenes que se
divierten con la realidad virtual con la cual pasan de días a semanas, se
escucha la explicación de que “ese mundo es mejor que en el cual vivimos”. Grey
se convierte en una especie de Jekyll y Hyde con dos personalidades
simultáneas, o como una relectura del Frankenstein al revés, donde un sistema
operativo se transforma en Dios para que la vida continúe.
El refuerzo del bien
El poder de la máquina
y, al fondo, la enajenación
de la realidad virtual
El otro ente superior: la verdad
Como aparente antagonista tenemos a la detective Cortez
(Betty Gabriel, la sirvienta sometida en Huye)
quien no se explica la presencia de Grey en las escenas de crímenes cuando está
impedido muscularmente. De forma indirecta, la buena policía será el reforzamiento
moral para Grey cuando las cosas vayan alcanzando un extremo. Y el verdadero
asesino de la esposa resulta ser otro ente avanzado que representa a los
intereses comerciales de corporaciones ambiciosas aunque con un extraordinario
giro de trama que se irá dando hacia el final de la película donde se tendrá
salida hacia las realidades distintas: una que resulta mejor, imaginada, a aquella
en la cual vivimos.
Un realizador genial e inteligente
Leigh Whannell, actor y guionista (El juego del miedo y secuelas, La
noche del demonio y secuelas), cercano colaborador del eminente James Wan,
apenas en su segunda cinta como realizador demuestra que conoce la atmósfera en
que debe moverse y termina estando a la altura de los objetivos que se ha
trazado. Una cinta muy satisfactoria porque no deja interrogantes dentro de ese
mundo distópico que hemos visitado en otras oportunidades (Terminator, Blade Runner
y su secuela extraordinaria Blade Runner
2049, o de manera más “amable” en Las
mujeres perfectas, por mencionar pocos ejemplos). Realidad virtual contra el poderío de la máquina.