DOS TIPOS DE CUIDADO
1952. Dir. Ismael
Rodríguez.
Un prólogo nos muestra que los rancheros Jorge Bueno y Pedro
Malo (Pedro Infante) son amigos desde la infancia. Pedro es novio de Maruca
(Yolanda Varela), hermana de Jorge, mientras que éste corteja a la prima de
Pedro, Rosario (Carmelita González). Pasa un año y sorpresivamente nos damos
cuenta que Pedro se ha casado con Rosario ante la justificada ira de Jorge
quien se había ido del lugar por ese tiempo. Ahora ha regresado y comienzan las
rivalidades entre ellos ya que Jorge se siente traicionado. La trama continuará
con enredos y malentendidos que tendrán al espectador divertido y preguntándose
qué motivó los hechos repentinos. Jorge humillará a Pedro y éste le responderá con
otras consecuencias hasta que tenga que surgir la verdad.
Yolanda Varela y Pedro Infante
Carmelita González
Exhibida en una copia nítida y restaurada, la comedia no ha
perdido su gracia y vigencia, a pesar de los años. Mucho tiene que ver el
carisma y la simpatía de Pedro Infante que contrasta con la soberbia y seriedad
de su antagonista, aunque, sobre todo, está la calidad de un guion sólido que,
según su realizador, tardó dos años en quedar resuelto. Con todos los
ingredientes que eran necesarios para la época: las canciones obligadas, porque
eso esperaban los públicos (nacionales e internacionales: no olvidemos que
todavía México tenía fuertes mercados extranjeros), al tener a sus ídolos
cantantes de la única manera posible (la televisión era incipiente en México
pero todavía no se implementaba en muchos países). Por otro lado, estaban los
enredos del género, los intereses románticos y las confrontaciones entre
galanes o rivales.
Las parejas bailan y cantan "Mía",
uno de los momentos entrañables
Sin embargo, esta cinta destaca por la inteligencia de su
realizador, quien fuera niño prodigio del cine (debutó a los 25 años en la
dirección fílmica). Miembro de una dinastía cinematográfica (inventores del
sistema de sonido primitivo en nuestro cine sonoro), supo escoger sus tramas y
entender perfectamente cuáles eran sus inquietudes personales para expresar a
través del cine. Ismael Rodríguez supo dominar al cine popular e identificar
los elementos que podrían atrapar a los seres humanos a través de su sensibilidad
(o sensiblería, para muchos) y su capacidad de asombro (o truculencias, para
otros). Su sentido comercial permitió grandes logros y supo explotar las
personalidades de sus intérpretes. Sabía muy bien que en esta película era necesario
continuar con el atractivo y la simpatía de Pedro, así como la arrogancia de su
contraparte: esta oposición mediaría ante el gusto de espectadores admiradores
de cada una de las estrellas. Pedro: vulnerable, paciente, aventado y
consciente. Su rival: arrogante, con cierta antipatía y en el plan de
prepotente. Cualidades o defectos usuales en las personas reales que enaltecieron
a los personajes logrando esa magnífica representación. La mejor secuencia que lo comprueba ocurre cuando se cantan las coplas, bastante ingeniosas (que se deben a la agudeza de su creador Pedro de Urdimalas, quien fuera colaborador previo del director).
Una ingeniosa composición fotográfica
Por otro lado está el discurso machista que, ahora, resulta “políticamente
incorrecto” al mostrarse las actitudes establecidas para cada género: de manera
abierta se habla de la tolerancia que debe tener la mujer ante el
comportamiento del hombre. A pesar de cortejar a una muchacha, el macho puede
invitar a otra si aquella no le acompaña a una fiesta, por ejemplo, y la
respetaría más si ya fuera su novia. Aunque todo terminará por aclararse, cada
galán lleva serenata a las mujeres opuestas. A pesar del enojo aparente de las
mujeres, se sienten halagadas. La sumisión es mayor porque están rendidas por
el amor, aunque una de ellas sea más rebelde (Maruca golpea a Pedro pero éste
lo tolera porque es hermana de su amigo). Y siempre está presente el
sentimiento del lazo masculino (se menciona el dolor de perder a un amigo que
no es lo mismo si fuera la traición de una mujer).
Pedro Infante: simpatía y carisma
Todo lo anterior se borra ante la gracia de una trama muy
bien estructurada. La fotografía de Ignacio Torres (otro cinematografista que
requiere revaloración) es bella y las composiciones visuales, apoyadas por una
edición rápida, ayudan al ritmo perfecto. Se comprueba la maestría de los
realizadores pioneros en el cine mexicano. Lo que antes eran los conceptos de
“churros” o “películas de aliento”, por completo contrastantes, han borrado sus
líneas divisorias y ahora son arcaísmos.
Ismael Rodríguez dirigiendo a sus estrellas