lunes, 10 de septiembre de 2018

VESTIGIO DEL MAL


LA MONJA
(The Nun)
2018. Dir. Corin Hardy.



         Un prólogo nos lleva a un convento en la Rumania de 1952. Un par de monjas van a entrar a un recinto cerrado. Una de ellas se aventura en la oscuridad, escuchamos sus gritos, luego reaparece ensangrentada y pasa un rosario y una extraña llave a la otra, a la cual le dice que ya sabe qué debe hacer. La monja corre hacia su cuarto, se enreda una cuerda al cuello y se deja caer por la ventana, matándose. En el Vaticano se cita al padre Burke (Demian Bichir, correcto), especialista en exorcismos para que vaya a investigar los hechos en el convento. Se le recomienda que lleve consigo a la novicia Irene (Taissa Farmiga, dulce) porque es una joven que ha tenido visiones desde pequeña. Al llegar ambos al pueblo rumano, encuentran a Frenchie (Jonas Bloquet, magnético) quien era el mandadero que llevaba provisiones a las monjas y fuera quien había descubierto el cuerpo colgante de la hermana suicida. Le piden que los transporte al convento, algo que hace con cierto recelo. En el lugar comenzarán a suceder hechos extraños e inexplicables hasta que se descubre que ese convento fue el lugar donde un noble invocó al demonio en un pasado remoto. Al soltar a este espíritu provocó que, con el paso del tiempo, los habitantes del lugar (las monjas) fueran poseídas y eliminadas por este espíritu maligno.


A CONTINUACIÓN SE REVELARÁN ALGUNOS PUNTOS DE LA TRAMA. 

         De esta manera se introduce al espectador (sobre todo al fanático) al universo de El conjuro, otro inteligente proyecto del genial James Wan que ha sabido mover sus piezas narrativas en diversas épocas. Comenzando en 1971, luego pasó a 1976 en El conjuro 2. Annabelle vino a ser un antecedente de la primera película al considerar el personaje de una muñeca poseída por un espíritu demoníaco en momentos previos al inicio de la trama primigenia, y todavía Annabelle 2 fue otro antecedente previo que se fue aún hasta años más tempranos para establecer la creación del juguete. Ahora La monja narra el origen del demonio que acosaba al personaje del investigador Ed Warren percibido por su esposa Lorraine en las primeras cintas. La saga se va complementando y no deja cabos sueltos. El espíritu tuvo un origen y, a pesar de las intenciones del sacerdote y de la novicia por exterminarlo, no sucederá tan fácilmente y hará que 20 años más tarde (al inicio de El conjuro) se explique la permanencia y la amenaza del personaje que, si tenemos suerte, deberá aparecer en el siguiente “episodio” de El conjuro 3 o tal vez a La monja 2 (si se considera el gran éxito taquillero obtenido ahora en su estreno global.

         La monja destaca por su atmósfera de horror contenido. El realizador Hardy nos ofreció Los hijos del diablo (The Hallow, 2015) donde una pareja se mudaba a los bosques irlandeses para luchar contra criaturas que defendían sus lares como una forma de protección contra la depredación ecológica, solicitando un sacrificio. El estilo de mostrar usualmente la amenaza y luego, la consecuencia, denota ligereza y efectividad. En este caso, Hardy está permitiendo al espectador que sea testigo de la manifestación del demonio con sus resultados (el suicidio de la monja, el entierro inesperado de Burke, el ritual de Irene) para alcanzar su permanencia: así se ha ido deshaciendo de las monjas del convento sin encontrar a la propicia para hallar a la que pueda poseer e inmortalizarse: hay una manera de eliminar al demonio que tiene que ver con la sangre de Cristo. Cuando todo ha fallado, al menos tiene la opción de alcanzar otra oportunidad a través de Frenchy y cultivarse con el tiempo. Y esto nos lleva a un epílogo cuyo desenlace ocurrirá al inicio de la serie, a ese principio de los años setenta, para que todo quede redondeado nuevamente: es la gran cualidad del productor Wan que siempre explica, justifica, deja en claro que la maldad es omnipresente (una constante del género: las diferencias residen en las formas de presentarlo), que puede lucharse contra ella, que se piense eliminarla, aunque siempre quedarán vestigios, pedazos, semillas para germinar (de ahí la inteligencia para haber seleccionado al director adecuado: fíjese en la escena de las campanillas en las tumbas o el momento en que Irene se encuentra en medio de las hermanas que repentinamente son arrastradas a las columnas para ser tatuada a latigazos: espléndida fotografía del belga Maxime Alexandre, especialista en el género). El cine de terror contemporáneo es la mejor metáfora para entender al mundo en que vivimos donde cada día los horrores y los absurdos  son más incomprensibles y sorprendentes pero superiores al día anterior: el objetivo de La monja y del cine dirigido o producido por Wan…